viernes, 24 de mayo de 2013

¿Debe una empresa privada realizar ciencia básica?



La creciente competitividad de la economía moderna ha llevado a la empresa privada a buscar nuevas estrategias en la forma que hacen negocios. A pesar de que la investigación es elusiva y difícil de entender por las firmas comerciales, un número significativo de compañías han dirigido su atención hacia la ciencia para así obtener ideas frescas, que puedan contribuir al nacimiento de nuevos productos. Brevemente, podemos decir que la ciencia de base es el nuevo entendimiento que se genera en el proceso de "descubrir"; no tiene fines prácticos inmediatos y lo que pretende es aumentar el conocimiento acerca de los principios esenciales de la naturaleza o la realidad. Éste surge de la preocupación que tiene el científico por entender y explicar un fenómeno. Bajo esta lógica, las empresas solo se involucran si la ciencia es capaz de ofrecer un valor práctico y aplicable para un producto, servicio y/o proceso. No obstante, las predicciones que determinan si una investigación de base podría derivar en una innovación es extremadamente difícil, por lo que la interacción entre ciencia y empresa nunca es fácil de lograr.

La mayoría de las industrias que subsisten gracias a la innovación, como la farmacéutica o la electrónica, consolidan vínculos con departamentos científicos de universidades, con el objetivo de descubrir la cura contra el cáncer o bien una forma más eficiente de capturar la energía solar. Incluso, los gobiernos ponen incentivos y fomentan este vínculo, pero el proceso de entendimiento entre ambos presenta igualmente una serie de obstáculos, relacionadas con metas y sincronía, que ambos sectores poseen. Por un lado, los centros y grupos de investigación académicos buscan un descubrimiento científico, que pueda ser agregado a la torre del conocimiento, en un proceso que fácilmente puede tomar años. Mientras que las empresas necesitan resultados inmediatos en sus procesos de comercialización. Estas características derivan en culturas distintas, que acrecientan la brecha y hacen más compleja la vinculación.

Aquello ha cambiado en la presente sociedad del conocimiento, donde el intercambio de información es crucial para afrontar nuevos desafíos, por lo que las organizaciones que no tienen la capacidad (o voluntad) de colaborar, sufrirán las consecuencias. Así firmas que no buscan soluciones en los laboratorios están limitadas a unas pocas alternativas y enclaustradas en lo que pueden hacer en vez de aspirar a lo que quieren ser.

Es por ello, que la empresa privada debería "conversar" con la ciencia básica, para así alcanzar un portafolio de productos con fuerte valor agregado y difícil de imitar por la competencia. En tal sentido, la empresa desarrolla nuevas capacidades que le permiten mejorar su análisis para identificar valor en componentes que están fuera de su alcance. Esto es de particular importancia cuando el nuevo conocimiento es difícil de encontrar y precisamente no está disponible en las transacciones de mercado.

De igual manera, las compañías deben entender la esencia de sus negocios y mercados; lo cual unido a su adquirido conocimiento científico le permite discriminar si un descubrimiento en ciencia tiene el potencial para transformarse en un impacto comercial. Se produce, así, un "sexto sentido" para determinar valor donde antes no lo había o simplemente no se entendía.

En este contexto del desarrollo de nuevos productos, la absorción del conocimiento externo dependerá de las motivación y habilidad de la empresa para adquirirla. Por tanto, aquéllas con las capacidades adecuadas tendrán mejores perspectivas de sacar ventajas de las oportunidades que nacen de la ciencia.