Extracto del artículo publicado en Journal of Technology Management and Innovation (vol.9, no.4) http://www.jotmi.org/index.php/GT/article/view/1640
A partir de 2014 y hasta el 2018 más de cuatro mil nuevos investigadores chilenos
obtendrán el grado académico de doctor, luego de cumplir sus estudios conducentes a ese título dentro y fuera del
territorio nacional. Si consideramos que en la actualidad existen cerca de
4.700 investigadores con grado de doctorado en Chile, según datos del
Ministerio de Economía, ocurrirá un fuerte aumento del número de
investigadores, produciendo una inusitada oferta de capital humano avanzado,
disponible a ingresar al sistema académico y productivo en Chile.
La razón de este explosivo crecimiento se puede encontrar en los distintos programas gubernamentales de formación de capital humano avanzado en Chile. Entre 2005 a 2012, la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt) ha confirmado, en total, el inicio de estudios de más de 6.200 candidatos a doctorado. Considerando que un estudiante demora alrededor de 6 años en obtener su titulación como doctorado, el sistema nacional de innovación (SNI) ha especulado que en los próximos años se producirá una “avalancha” de nuevos científicos pujando por entrar al mundo laboral. Y la pregunta que ha rondado a los participantes del SNI es si estamos preparados.
A pesar de que la
formación de nuevo capital humano avanzado es clave para que el desarrollo
social, cultural y económico de las naciones, no existen certezas de que el sistema
nacional de innovación chileno posea la capacidad para insertar a estos nuevos
investigadores. Los dardos apuntan esencialmente si el mundo académico
universitario (principal generador de la investigación científica en Chile)
soportará la plena inserción del capital humano que se está formando en la
actualidad (y para el cual Conicyt suma un presupuesto anual de 100 mil
millones de pesos en la formación e inserción de este capital humano). Al mismo tiempo, la industria no ha logrado posicionarse
como un polo suficientemente atractivo para la investigación científica, lo que
queda demostrado con los menos de 200 doctorados con jornada completa
contratados por el sector empresarial.
CAMINOS DE INSERCIÓN
LABORAL PARA LOS INVESTIGADORES
La inserción laboral
es entendida como el proceso en el cual una persona ingresa a un puesto de
trabajo estable, luego de un tiempo donde estuvo dedicada a otras actividades
no remuneradas. En la mayoría de los casos, la inserción laboral está
caracterizada por una competencia desmedida, donde una gran oferta de capital
humano postula a una demanda relativamente reducida. En el caso de los
investigadores recién titulados de su doctorado, el mercado laboral también es
estrecho y, a primera vista, la carrera de investigación es poco atractiva en
términos salariales.
Otros obstáculos que
impiden la plena inserción de nuevos doctorados son la baja movilidad laboral que
presenta el mercado académico, y la difícil tarea de transferir conocimiento
desde la investigación básica hacia la tecnología aplicada, que en ocasiones
desincentiva al sector privado a realizar su propia I+D.
Por lo tanto, para
asegurar la empleabilidad del capital humano avanzado, el Estado debe
intervenir con políticas públicas que permitan allanar el camino para que los
investigadores logren incorporarse en el mundo laboral, realizando actividades
propias a su alto entrenamiento educacional. En consecuencia, la literatura
identifica tres vías de inserción laboral de investigadores con grado de
doctor: postdoctorado, investigación en la industria y el emprendimiento.
El postdoctorado es una posición
temporaria para quien ha completado recientemente sus estudios de doctorado. El objetivo es profundizar la experiencia de investigación en líneas de
trabajo previamente abordadas por el investigador, que así le permita adquirir
nuevas capacidades y métodos de trabajo. Culminado el postdoctorado se obtiene
la calidad de “investigador independiente”, estatus fundamental para alcanzar
una posición laboral permanente en la academia y que además le permite postular
a fondos públicos para realizar nueva investigación, que por lo general se
adjudican en torno a criterios de excelencia y experiencia. Sin esa condición
de prestigio, sería muy difícil para los científicos lograr financiamiento
público y proseguir sus líneas de investigación.
Por otro lado, el interés que tiene la
industria por atraer científicos está dado por los conocimientos de punta en
ciencia y tecnología que aportan los doctorados. A través del proceso de investigación aplicada, este conocimiento es capaz de convertirse en propiedad
industrial, que otorga ventajas competitivas a la empresa. La mayoría de los países miembros de la OECD han entendido que los investigadores deben insertarse con éxito en la industria. En Finlandia se da la situación que de cada 10 científicos, seis trabajan en empresas; Israel incluso llega a tasas superiores del 80% en este caso.
En Chile, por el contrario, existe un predilección de los investigadores por buscar empleo en la
universidad antes que en el sector productivo, generando un desbalance en el
mercado laboral. Por cada investigador presente en la industria existen 12 en
la universidad.
La última vía es el emprendimiento, donde el científico puede optar por llevar personalmente los resultados de su investigación al mercado a través de la
creación de una empresa, logrando su inserción en el mundo laboral. No obstante, el emprendimiento científico requiere de
varias condiciones para su proliferación, como el involucramiento previo del investigador
con la industria, ciertos patrones de productividad científica de parte del
investigador, demostración de conceptos y prototipos a mayor escala, para lo que se necesita acceso al capital de riesgo y a potenciales demandantes de
tecnología. Por ello, los riesgos e incertidumbres son significativos, lo cual ha
motivado a que programas académicos y gubernamentales busquen entrenar y apoyar a los
involucrados, con el objetivo de entregarles herramientas de gestión y financieras para transferir el conocimiento científico y
tecnológico hacia la sociedad bajo modalidad.
En el caso de Chile, el
emprendimiento escasamente figura en la agenda de los investigadores, ya que la
mayoría de ellos no tiene como objetivo primordial atender las necesidades del
sistema de innovación tecnológica a través del conocimiento aplicado. Por otro
lado, el bajo interés de la industria nacional por conectarse con la
investigación no permite generar condiciones de mercado que demanden este tipo
de servicios.
PELIGRO DE SATURACIÓN
Siguiendo esta línea
histórica de desarrollo científico, el Gobierno de Chile a través de Conicyt ha
privilegiado mayormente la inserción laboral de los investigadores en
actividades académicas. Es así como el número de becas de postdoctorado para
investigadores chilenos ha crecido más de cuatro veces en los últimos
concursos, sobrepasando los 350 seleccionados al año. Si cruzamos estos datos con los 542 nuevos
doctorados que se titularon en 2013 (reportados por el Servicio de Información de Educación Superior), significa que prácticamente existen dos becas de
postdoctorado por cada tres nuevos doctorados que se titulan en el mismo año. Esto escapa a los estándares internacionales
comparativos, que indican una tasa de cobertura de un postdoctorado por cada
tres nuevos titulados de doctorado, en el mismo año.
Por tanto se puede
afirmar que el sistema universitario chileno está llegando a niveles de
saturación en cuanto a su capacidad de absorber nuevos investigadores.
Mientras que en la industria, los números de inserción apenas llegan a unas cuantas decenas: 35 nuevos investigadores en 2013, según adjudicación del concurso Conicyt. A esto se agrega el dramático dato de la presencia 0,4 investigadores por cada mil trabajadores en las empresas nacionales, con esto Chile está lejos del promedio OECD de 7,6 en tal sentido.
Mientras que en la industria, los números de inserción apenas llegan a unas cuantas decenas: 35 nuevos investigadores en 2013, según adjudicación del concurso Conicyt. A esto se agrega el dramático dato de la presencia 0,4 investigadores por cada mil trabajadores en las empresas nacionales, con esto Chile está lejos del promedio OECD de 7,6 en tal sentido.
Aquello significa un
gran desbalance de la presencia de investigadores con grado de doctorado en la
universidad, donde el 80% del universo se distribuye en las
universidades. Versus el 7% que opta por trabajar en las empresas.
Este factor, entre tanto otros, explica los bajos niveles de innovación que la industria local exhibe en la actualidad, los cuales tienen pocas posibilidades de aumentar dado el nulo interés que las empresas privadas tienen por absorber y utilizar a la investigación para sus
labores productivas. Entonces, con el mencionado desbalance en la inserción de
investigadores en desmedro del ámbito industrial, se impide generar lazos sólidos
entre la empresa privada y la investigación científica, redundando finalmente
en una baja contratación de investigadores en el sector productivo.
Esta feble relación
ciencia-empresa debe ser un signo de preocupación para Chile, ya que le impide
participar plenamente en la moderna economía del conocimiento. De continuar con
esa situación, se corre el riesgo de producir desequilibrios en la producción y
resultados de la investigación, enfocados en su gran mayoría a fortalecer el
sistema académico y debilitando la eventual transferencia tecnológica hacia la
sociedad, mediante procesos de innovación en la industria.
Sin embargo, donde se
observa una falencia también hay una oportunidad de crecimiento, debido a la
gran cantidad de doctores disponibles que actualmente Chile está
formando. ¿Qué
ocurrirá con los doctores que no logren insertarse en la academia? A mi juicio,
deben ser atraídos por la industria chilena, que urgentemente necesita
actualizar su oferta tecnológica. Según los informes de competitividad global
del Foro Económico Mundial, Chile muestra una caída sostenida en el ranking de
competitividad (bajando del puesto 27 hasta el 33 en la última década), la cual
se explica por su pérdida de innovación (en igual período cayó del lugar 32
hasta el 49).
Para atraer
más investigadores hacia la industria, es necesario que el Estado diseñe nuevos
instrumentos y se sincronice con aquellos programas que han demostrado tener un
impacto positivo, con la finalidad de que el sector privado capture y se
beneficie del capital humano altamente especializado que va a ingresar al
mercado laboral.
En conclusión, para asumir ese
desafío, el sistema nacional de innovación chileno requiere de mayor
coordinación para producir inserción laboral de los nuevos investigadores con
grado de doctor en la industria y la academia, donde la política pública de
I+D+i debe ser una expresión superior articulada, producto de la coordinación y
eficiencia entre todos sus participantes.